Resto Bar Rivendel Terraza


Hoy es Jueves y hemos quedado para comer, como suele ser habitual mi amigo Ángel y yo, estos encuentros son muy sanos a mitad de la semana, los esperas para romper la rutina del trabajo y la comida diaria en la oficina, una veces sirven para desahogarte y que tu amigo te escuche y te de aliento, otros profundizamos en aquello que más no importa y coincidimos, otros aparece la política que tanto confronta en estos tiempos en los que casi nadie entiende nada en un ambiente enrarecido en España, una mezcla que junto a la pandemia da resultados absolutamente increíbles, solo hay que poner el telediario un rato, que me perdonan, pero yo no aguanto más que los titulares y alguna que otra noticia suelta y raramente interesante. Ni que decir tiene que el tratamiento que se le dan a las noticias toca el pudor a poco que creas en un periodismo objetivo y contrastado.
En nuestras conversaciones hablamos de muchas cosas, entre ellas éstas, a veces no llevan a un pequeña discusión que solemos resolver cambiando de tema, cosas entre amigos que han compartido muchas circunstancias y durante casi dos décadas.
Hoy justamente es el cumpleaños de mi querido amigo Vicente Masmano, que curiosamente fue la persona que nos presentó a Ángel y a mi cuando se vino a vivir a Valencia desde la Ciudad Condal  y de ahí viene nuestra amistad. Los tres también compartimos muchas cosas hasta que Vicente falleció al día siguiente de cumplir 60 años en la Fé de Valencia, mañana hará siete años que nos dejó, un duro golpe. La verdad es que no hay día que no lo recuerde por una cosa o por otra, dejó un hueco inmenso después de casi 40 años de amistad profunda en la que compartimos mucho y de todo, malo, buenísimo y regular, eso sí siempre singular e irrepetible, con él fue siempre así y sigue siendo dentro de mi y de muchos de nosotros.
Hoy celebramos, sin previo aviso, nuestro encuentro y de alguna manera también el cumpleaños de nuestro amigo que a la vez fue nuestro cicerone en muchos sentidos.
Me tomo la libertad de contarles aquello que creo que es lo más hermoso de la vida, la amistad y todo aquello que somos capaces de compartir, de ahí que compartir cada jueves una comida en un lugar distinto o no sea un cierto rito que tiene un profundo significado en lo más humano.
Pero vayamos con las viandas cambiando de tercio, hoy por aquello de no repetir repitiendo, hemos comido en el Resto Bar Rivendel de la famosa calle de del Hospital y de alguna manera lo hemos celebrado compartiendo platos, como verán en la fotografía una ensalada de tomate, cebolla, bonito, aceite  y olivas con un buen pan-y lo tienen... da para mojar-. Después nos han servido un pata de pulpo a la brasa con patatas, sinceramente muy recomendable, y para finalizar, entraña de ternera como carne desconocida y que hemos probado por aquello de que hay ir descubriendo, tiene un sabor más fuerte que el entrecot pero muy sabrosa, carne argentina según Martí, el camarero que parece despistado pero controla muy bien todas la mesas. 
La terraza está en medio de la calle y la sombra la da un árbol que les pongo en las fotografías por aquello de que a buen árbol se arrima... conjuga pues una buena comida y un lugar emblemático, donde hay una biblioteca siempre ocurre, y un pequeño vaivén de gentes que recorren la calle y mi amigo Ángel, observador nato, mira de soslayo mientras hablamos.
Agradecido de otro Jueves que recompone, me quedo con todo aquello que la amistad trae consigo. Todo, incluidos lo peros.
Y así terminamos la conversación en el semáforo frente a mi oficina, hasta la semana que viene le digo y les digo. Salud-os.

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