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Mostrando entradas de 2021

Bar Anvi

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            Las aceras se poblaban de  ruidos, sauces  y otros árboles que proyectan  zonas de sombra  por donde la gente transitaba con ritmo de  rutina en este día claro y otoñal. Desayunando  en una terraza soleada, una pareja de jóvenes discuten en alta voz sobre los  problemas de su relación; frenéticos, sin tregua, sin escucharse a sí mismos y ajenos a los ocupantes de las  mesas vecinas. Tanto dardo en sus palabras, tanto reproche, tanta decepción, que causaba dolor alrededor. Aquello era un duelo, un desgarro, un  desamor que me conmovió por lo que decidí alejarme con mi consumición algunos metros.           Ahora, desde la distancia, creo que no era  para tanto; era un lenguaje alterado, raro, pero de amor. Lo comprendí después;  cuando pensé que uno, a veces, debe poner las cartas boca arriba, lanzar su vida al viento e ir  con todo en el  instante  que se  juega lo más querido. Es algo que ya no está bien visto, una concesión a lo correcto, al que dirán, a la

Bar-Restaurante ANVI

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  "Nada es en el entendimiento que antes no haya sido en los sentidos" E.Kant. Probablemente en la comida pase como en el entendimiento y los sentidos. Hay pocos placeres que duren tanto en la vida como degustar unas buenas viandas: a cualquier edad y en cualquier circunstancia el bocado puede ser un placer, por lo tanto un gran aliado. Como todos vivimos con ciertas cargas, unos más que otros y no por eso en la misma proporción, crear ciertos ritos, tal y como hacemos mi amigo Ángel y yo, aquí y allí(en los restaurantes), puede convertirse en un acto maravillosamente eficiente para viajar desde los sentidos al entendimiento y viceversa. La gastronomía tiene esa pizca de excelencia, la amistad y la compañía también, no son comparables pero sí extensibles, y me van a perdonar pero cada vez que consigo que algo se expanda en mi interior soy un poco más feliz y a la postre también creo que a todas las personas de nuestro círculo emocional. Es lo maravilloso del ser humano, mucha

L'Atelier pan tan

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               Llueve y, aun así, decido salir de casa  sin paraguas. Camino  bajo los aleros de los edificios, me resguardo en los portales  y cuando  arrecia me cobijo  en cualquier cafetería para tomar café y  medialuna. Es de esos días  que uno aligera el paso como si le corrieran o le embargara la prisa. En realidad lo hago para mitigar el frio y esquivar la lluvia; convirtiéndose, luego, en un divertido juego.           En el barrio del botánico se encuentra L’Atelier pan tan. Este barrio le debe el nombre al jardín botánico de la Universidad de Valencia; un museo de naturaleza y sosiego a la intemperie junto al centro histórico de la ciudad. Las casas por aquí no tienen más de cuatro alturas con fachadas lisas pintadas de colores y balcones de hierro sin labrar; de una estética popular, alegre y sencilla que acabó de configurarse a lo largo del siglo pasado. El ambiente general es una mezcla de bohemia y modernidad  con todos los servicios necesariosnecesario

Restaurante L´Atelier Pan Tan-Valencia

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Hoy Ángel me propone un restaurante un tanto atípico para lo que acostumbramos: L´Atelier Pan Tan en la calle Turia 11 en Valencia. Inmediatamente mi cabeza hila con algunos de las experiencias vividas en esta calle, que por cierto han sido muchas. Se trata de una calle muy singular llena de restaurantes, cultura y lugares maravillosamente singulares como el Café del Duende, donde mi memoria me muestra decenas de recuerdo estupendos, momentos de felicidad auténtica. Lo primera vez que estuve en este café me invitaron a ir a ver a un Cuentacuentos, me divertí y reí de lo lindo. Se sucedieron después muchas otras semanas acudiendo a cuentos, conciertos, teatro, gastronomía... y sobre todo conociendo artistas y personas cercanas al arte en todo su sentido y de esa forma que tanto gusta ajena a lo comercial. Todo ello, como siempre intenté compartirlo con mis amigos y mis amores, todos ellos, me consta, que lo disfrutaron. Una época divertida y activa que creó en mi memoria recuerdos dulce

Tributo. Brasas, bar

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                  Mis días favoritos no son los fines de semana ni los festivos; hay mucha  gente por todas partes y los restaurantes están llenos. Prefiero otros días.  Salir con tiempo, desayunar en una cafetería,  recorrer algún jardín,  visitar algún monumento, pasear antes de ir al restaurante, y, si se da, hacer alguna compra por el centro histórico. Digamos que me gusta la tranquilidad  y lo rutinario.           Hoy salí de casa con  un sol desmadejado,  débil, pero es un sol  que se resiste,  heroico. Sabe que  va a desaparecer y se aferra a su luz  iluminando los arrabales  por los que camino  hasta el último suspiro como si  para él, ocultarse, no  fuera el fin. Yo también  quisiera ser así: delicado, suave, heroico  y entregado a iluminar. Y  cuando la vida se me vaya que  no sea el fin.            En estas cosas pienso cuando llego frente al número 24 de la calle Ciscar, en el barrio de Ruzafa, y cómo voy con  tiempo, dedico unos minutos a caminar por lo

Tributo Brasas Bar-Restaurante

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Mi cabeza me engaña, como tantas otras veces, hay que estar atento a ella. Ángel me indica la dirección del restaurante dónde vamos a comer hoy: Ciscar 24. Y yo, como siempre hago cuando conozco una calle, la represento en mi mente. En esta ocasión me equivoco y una vez llegado allí me doy cuenta de que he confundido la calle Ciscar con la de Cirilo Amorós. Evidentemente en el 24 no está el restaurante. Previamente había decidido ir andando que es lo más sano y he dejado la moto en la oficina. Estoy muy cerca de la hora acordada y no me gusta nada llegar tarde. Cojo un taxi y allí me presento un par de minutos después de la hora. Cuando me ocurren estas cosas suelo jugar con la imaginación y me digo qué hubiese pasado si no hubiera errado, y aparece el destino y la suerte y tantas otros pensamientos que engordamos en la mente, generalmente en forma de recriminación a uno mismo. Una vez pensado no encuentro el por qué la cabeza funciona así, simplemente ha sido un error involuntario. Pe

Suquet La Francesa del Carmen

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            Desde el mes de junio, último, no anoto en este blog los restaurantes por los que hemos pasado porque en su mayoría son sitios que repetimos y mis sensaciones no han variado, pero hoy he quedado  con mi amigo Alejandro en el  restaurante Suquet La Francesa del Carmen,  situado en la Calle de Felipe Garín Ortiz 4. De Valencia.  El día ha amanecido soleado, con algunos desgarros  como de sedas blancas en el cielo luminoso. Los arboles mueven, desganados, las hojas  verdes y otras, pardas, caen al suelo. Hay un viento de otoño en las calles y los caminantes elegimos  el lado  por donde va el sol para  dar los pasos que nos llevan hacia la alameda, muy cerca  ya de mi destino.           Felipe Garín Ortiz fue un investigador  que dedicó buena parte de su vida  al estudio del arte valenciano y la calle que lleva su nombre es breve, corta. Va desde la avenida del puerto hasta la de  Santa rosa. El restaurante se ubica frente a la gasolinera. Los dinteles de las ven

Restaurante La Francesa del Carmen

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  Hoy es jueves y salimos Ángel y yo de los restaurantes del centro, hace mucho tiempo que no salimos de los más cercanos, trabajando se hace difícil construir momentos. Como siempre me ha gustado decir, las circunstancias o las construyes o te las construyen, o la dos cosas a la vez que suele ser lo más habitual. En la vida o te dejas llevar por la corriente o remas de vez en cuando y consigues  no seguir la línea continua de la rutina. Un cierto esfuerzo es siempre necesario para salir de una cierta pereza, la que tiene la mente humana de ir siempre a lo más fácil y lo más seguro... Hoy remamos hacia la calle Felip María Garín 4 en Valencia, dónde se encuentra el restaurante Suquet La Francesa del Carmen, por el nombre nadie lo ubicaría en la primera calle a la izquierda del comienzo  de la Avenida del Puerto, frente a la gasolinera de Aragón, pero ahí está, por si algún lector despistado quiere probarlo. Hace algunas semanas me citaron en él para una comida de trabajo y me sorprendi

Taberna Antonio Manuel

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                       A veces hay que buscar caminos olvidados y  apresurarse a vivir,  apresurarse a amar. Hay que vibrar tanto como sea posible, ya que  nada suele ocurrir esperando. Dejar que la vida pase es  desperdiciar el tiempo. Hay que ponerse en pie y perseguir la esencia: aquel sueño, aquel viaje, aquel rio, aquella montaña, aquel libro, aquella amistad, aquel cine, aquella música, aquel restaurante, aquel bar,  aquel amor….         En la terraza de la taberna  Antonio Manuel  ha llovido  durante la mañana agua con barro, y  los pétalos de los jacarandás quedan aplastados bajo las mesas y las sillas, dando al suelo desteñidos toques azulados.           -Somos tres,- le digo al camarero.           Y me siento en la mesa que me indica, esperando a Alejandro que fue a buscar a un amigo suyo que se llama  Miguel.           -Hoy no hay menú -dice el camarero, con una sonrisa, a la vez que me nuestra la carta.              Pedimos de prime

Taberna Antonio Manuel calle San Vicente Mártir 42 Valencia

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 Ayer me llegó un mensaje de Ángel: ¿Comemos mañana? Yo me pongo contento,  se agradece cuando semana tras semana, con los descansos obvios y de sentido común, un amigo te llama para comer y departir contigo, él ya sabe la respuesta el 99% de la veces es sí y alguna cara alegre que le mando para que note que me alegro de nuestro encuentro. Hoy el día es de tormentas, sale el sol y se esconde y llueve poco pero llueve, le propongo ir cerca a la Taberna Antonio Manuel, él ha ido muchas veces, antes teníamos la oficina en frente y solía frecuentarla con Pepa. Después de ver varias alternativas nos decidimos por ella. Menos mal porque a los pocos me ha llamado Miguel que estaba en la puerta de mi oficina, me había dicho que si no estaba a las dos que hiciéramos marcha. Hoy somos tres y presento a mis dos amigos, hoy se ven por primera vez, aunque a ambos les he hablado del otro. Miguel dice que no vamos a mojar, Ángel ya lo tiene previsto y anuncia como tenemos que situarnos debajo de la s

Les Roques

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            La ciudad baja el ritmo y se aplana con los rayos que anuncian la proximidad  del verano. Hay que avanzar saltando, eligiendo las calles estrechas; por  donde corren los suspiros de la brisa y el sol no consigue penetrar.            La terraza del restaurante La Maruja, se ubica en una calle amplia, bajo un edificio que proyecta una gran sombra que invita al caminante a descansar. Mientras tomo café ,dejo que el tiempo transcurra y contemplo explayado las imponentes Torres de Serranos.Hasta que me llega la conversación de la mesa de al lado ,ocupada por una pareja de hombres jóvenes:  - ¿Nos vamos algún lado este verano? - Mira, yo  ya te lo he dicho: soy vegano, mi perrita es vegana  y si nos vamos de vacaciones; el hotel tiene que ser vegano, y si no, yo no voy.         Luego pierdo el hilo, entre el rumor de los transeuntes, los clientes de las otras mesas y la camarera que atiende  los pedidos, pero tengo suficiente para p

Les Roques en la calle Vinatea 22 de Valencia

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 Hoy es jueves y como de costumbre, si nada no lo impide, viene Ángel a comer, como ya imagino que sabrán, vamos probando sitios de menú y vamos entremezclando la gastronomía valenciana con la fotografía y con la palabra. No pretendemos más que dar una pequeña información a esos lectores que gusten de jugar con la palabra, paladear y conocer nuevas opciones a un precio razonable, incluso cuando no lo sea, que para eso estamos todos, para ayudar a nuestra hostelería muy castigada por la susodicha. Ayer también comí aquí en les Roques, me llamó mi amigo Miguel de Buñol, de ahora para un rato, y tuve el gusto de probarlo dos veces, sin pretensiones estaba todo bastante bueno todo hay que decirlo, que aquí no hacemos alta cocina, sino algo más difícil, con un dinero razonable dar de comer bien, eso tampoco es fácil. Les confesaré que no me gusta el salmorejo habitualmente, de hecho ayer lo desechamos aunque iba incluidos en el precio, mal hecho, hay que probarlo todo, hoy lo he hecho y me

Rivendel Resto-Bar

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                       Al cruzar el puente de San José ,con sus  trece ojos, para dirigirme al centro; miro al cielo y veo nubes que corren a reunirse  con otras más grandes y grises que tapan algunos rayos, pero permiten que otros se escapen y   sigan brillando. El aire de la ciudad resbala en los brazos y en la cara y llega  refrescante a la memoria.  Paso a paso, llenándome de aires  renovados y de  vida,   sigo  hacia la Avenida del Oeste donde he quedado con Alejandro.           Rivendel  Resto Bar es un establecimiento que se ubica  en la calle Hospital 18, enfrente de la biblioteca Pública del Estado, donde estuvo el primer Hospital General de Valencia, “la casa de los desamparados” del que hoy solo nos queda un pórtico con tejado, y bajo el que se cobija una imagen de fechas posteriores. -Buenas tardes, Martín.  -Hola, ¿Cómo están? Les voy a montar esa mesa de ahí. -Muchas gracias.           Hace un par de semanas  comimos  en esta misma

Resto Bar Rivendel Terraza

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Hoy es Jueves y hemos quedado para comer, como suele ser habitual mi amigo Ángel y yo, estos encuentros son muy sanos a mitad de la semana, los esperas para romper la rutina del trabajo y la comida diaria en la oficina, una veces sirven para desahogarte y que tu amigo te escuche y te de aliento, otros profundizamos en aquello que más no importa y coincidimos, otros aparece la política que tanto confronta en estos tiempos en los que casi nadie entiende nada en un ambiente enrarecido en España, una mezcla que junto a la pandemia da resultados absolutamente increíbles, solo hay que poner el telediario un rato, que me perdonan, pero yo no aguanto más que los titulares y alguna que otra noticia suelta y raramente interesante. Ni que decir tiene que el tratamiento que se le dan a las noticias toca el pudor a poco que creas en un periodismo objetivo y contrastado. En nuestras conversaciones hablamos de muchas cosas, entre ellas éstas, a veces no llevan a un pequeña discusión que solemos resol

RESTAURANTE ESPAI SEDA

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         La  pandemia del covid -19  parece que amaina. Van sonando rumores de manga ancha sobre la normativa de las distancias a mantener entre los ciudadanos y una tímida  permisividad de las restricciones de sus movimientos, y se respira  cierta  ilusión porque, tal vez, vislumbram para sus vidas  esperanzas y alegrías  nuevas. Así que Alejandro y yo, envueltos en el mismo espíritu de ilusión, decimos retomar  este blog   que paralizamos  desde el principio de la pandemia.          Voy caminando por el centro histórico de Valencia y noto que el  día  tiene  reminiscencias de aires pasados: tiendas y restaurantes que antes estaban cerrados ahora permanecen   abiertos. Hay  quien pasea, hay quien  con prisa portea   sus compras.  Los bancos y centros oficiales están abiertos, y hay también soles suaves y brisas de primavera.Pero aún se presiente  un no sé qué en el ambiente y luego está  ese vacío en las calles   de los turistas que  no llegan.         

Terraza Restaurante Espai Seda

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Mi amigo Ángel y yo retomamos nuestras comidas de los jueves y volvemos a escribir sobre nuestras experiencias gastronómicas y humanas, tanto monta monta tanto. Hoy le toca a una terraza restaurante muy agradable: Espai Seda , un descubrimiento de mi compañero que siempre está escudriñando agudamente entre los rincones de esa Valencia viva que parece que vuelve poco a poco. Lo primero que nos atrajo del lugar fue su ubicación en la terraza de detrás del Museo de la Seda, ya solo con eso vale la pena ir a sentarse un rato y comer y charlas de lo divino y de lo humano. Tuvimos que hacer dos intentos, el primero infructuoso, estaba lleno, pero nos sirvió para coger el teléfono y reservar que siempre es buenos ser precavido... desde luego sin perder un cierto espíritu aventurero o más bien dejándote llevar por el azar, que nunca anda solo. Un día soleado de primavera, ni frío ni calor, esa temperatura agradable que no perturba lo físico y armoniza lo mental o espiritual según quien lo mire