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Mostrando entradas de 2020

De la Mar el Mero y de la Tierra el Cordero

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Hoy, como dice mi compañero, repetimos, volvemos a comer en nuestro lugar de referencia: el restaurante Barón del que ya hablamos. Aunque repitamos nunca es lo mismo si se sabe apreciar cada detalle, y eso en la gastronomía y en cualquier relación es fundamental. Lo sentidos deben estar atentos a todo lo que en la vida, el instante, nos puede ofrecer, es la única actitud sana. No quedarnos con la superficie solamente, que también tiene su aquel en algunos momentos, interesa más bucear un poco en ese inmenso mar de percepciones que nos transmiten el olfato, el gusto, el oído y la mirada. No hay nada como una mirada. Los ojos nos delatan fácilmente, son espejos muy difíciles de deformar. No sirven las caretas, ni las sonrisas forzadas, la mirada lo dice casi todo. Por eso no me gusta el viento, deforma casi todas las percepciones y te hace cerrar los ojos. Hoy hace una día briosamente ventoso, estamos dentro, a salvo, detrás del cristal que alguien inventó para que pudiéramos

REPETIMOS

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REPETIMOS           Un viento huracanado  arrastra el polvo de la calle, acelera el paso de las gentes,  vuela las sombrillas de las terrazas  y tira al suelo  vasos y  copas  que estaban sobre las mesas. Es un día gris y raro. El sol empuja las nubes y logra de tanto en tanto enviarnos algunos rayos, pero es un sol herido,  un sol  heroico  que se sabe vencido por este mar de nubes  grises que ni siquiera nos darán  su  lluvia, son solo  nubes tristes que oscurecen el día           Este tiempo me lleva a concluir que  la ciudad  también está condicionada por agentes naturales  de los que no siempre soy consciente y que producen cambios en mi vida que la hacen  variada .         Hoy teníamos pensado comer en un restaurante distinto, pero dada la climatología decidimos no alejarnos demasiado  de nuestro lugar de encuentro  habitual y repetimos.  Este es el  restaurante que ya  nombré  en este blog  hace unos días y al que mi amigo Alejandro y yo venimos con asiduidad

Bar Restaurante el Kiosko

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A veces me pregunto por qué trabajamos tanto, dedicamos tantas horas a ganar dinero, eso si tienes suerte y no eres autónomo, en éste último caso también puedes trabajar mucho y perder platica(como dirían algunos semejantes). Para bien y para mal he vivido todos los casos en mis casi treinta y cinco años de vida profesional. Me pregunto: ¿pero qué hago yo pensando en trabajo si hoy es jueves y viene mi amigo Ángel a compartir comida y charla? Sinceramente me resulta difícil, cuando no imposible, desligar mi vida personal de mi vida profesional, como tantos autónomos de este país. Si uno echa la vista atrás se acumulan como en un balance tanto activos como pasivos, o lo que es lo mismo, tanto éxitos como fracasos. No seré yo quien dé el resultado todavía. Cuando fracasas los amigos se reducen, cuando tienes éxito los amigos crecen. Lo hermoso es  aquellos, que pese a no cumplir con sus expectativas, incumplir involuntariamente o errar, siguen re

EL KIOSKO

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           Ya están colgadas las bombillas de colores anunciando  la proximidad de las fallas, pero en las calles existe  un aire de silencio, una espera  no festiva, un no sé qué  de  un día de diario.           Yo diría que otros  jueves, a estas horas por estas calles hay siempre mucho  transito:   turistas, transportistas,  gentes que van y vienen, los que  acuden a comprar, curiosos, paseantes,…etc. Y pienso que tal vez se debe al nuevo coronavirus  que vino de Asia acompañado de bulos, exageraciones e ignorancia.            Según las autoridades sanitarias no debemos alarmarnos ya que los índices de mortandad son inferiores a los de la gripe común aunque  es probable que  se extienda y llegue  a nuestras casas. Yo he decidido  estar atento a las recomendaciones  y como siempre vivir con  normalidad.           Podemos escribir quiosco de dos maneras y ambas válidas,  hoy  elegimos con k  porque así está rotulado en el exterior. El Bar restaurante El Kiosko es

Café -Restaurante Barón: El arte de comer bien con sencillez

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Javier y Germán junto con su equipo regentan este café restaurante en la Avenida del Oeste 25 en Valencia. Su teléfono, para que se pueda sentar seguro es el 963223624. Su menú por 9,20 € no tiene comparación ni en precio ni en calidad con ningún otro. Cuatro entrantes y cinco segundos a elegir, bebida y postre incluidos hacen este restaurante acogedor y con una terraza en pleno centro un lugar siempre muy concurrido. Los cafés y los almuerzos vuelan y tienen el tacto de, con mucho esmero, prepararte el menú para llevar. Me gustan especialmente las ensaladas individuales, no les falta de nada sano, y sus pescados y carnes bien tratadas y hechas a la plancha por Germán con mucho mimo, también algún guiso de gusto en cocina, la guarnición  con patatas al horno y verduras que tan bien acompañan. Además de  ser un restaurante muy familiar y cómodo, sus propietarios te hacen sentir bien, especialmente Javier que es el único profesional que se sabe tu nombre, que yo conozca, desde la p

Café Barón

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                    Aunque vivo alejado del centro he decidido que hoy es un buen día  para ir hasta allí caminando y así verme y  sentirme entre el sol y la gente  con la que convivo en mi ciudad.           Como es jueves he quedado con Alejandro para comer y voy con tiempo suficiente para desayunar  y pasear por el dédalo de calles  del centro histórico de Valencia por el que siempre descubro algún  lugar desconocido  entre  rincones y edificios antiguos  que me llevan  a  admirar un misterioso pasado  que  del todo no entiendo. Es como si  los que allí vivieron en otras épocas  dejaran en las calles y las piedras detalles y ambientes impregnados de   belleza,              Al Barón, Javier el propietario,  le puso el nombre por estar situado en la antigua Avenida Barón de Cárcer,   hoy  Avenida del Oeste, próximo al mercado central de Valencia.             Javier es de trato sencillo y amigable y muy conocido por nosotros. Acudimos con frecuencia ya que  reservamos

Restaurante LIA: Estilo y sabores mediterráneos

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Comenzamos mi amigo Ángel y yo este modesto blog con el que compartir, con quien así lo desee, esas comidas y charlas de los jueves, que salvo contadas excepciones, hemos convertido en tradición. Como todos los ritos nos ayuda, creo, a ambos, a romper las rutinas diarias y como buenos eclécticos a desarrollar tres de nuestras aficiones, comer lo mejor posible a un precio asequible, charlar y escribir buscando un algo más enlazando palabras. El día 13 de Febrero de 2020 elegimos el restaurante LÍA, la liamos un poco-por aquello de jugar con las palabras- antes de llegar a él, pasamos por una ostrería, un mercado y una par de opciones más que descartamos. El restaurante LÍA hace chaflán y está junto al Mercado Central de Valencia, concretamente en la calle la Boatella 5 y por si al final deciden probarlo su teléfono es el 961940403. Justo en el corazón de Valencia. Tiene un terraza bien dispuesta y soleada, en su interior mesas amplias para grupos y otras más discretas,

Comer en compañia

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            Hace poco fue San Blas y tengo en la memoria  tierras con algunas nieves y  las cigüeñas en lo alto de las  espadañas de las iglesias de  mi pueblo. Con seguridad  habrá  allí madrugadas de  hielos y escarchas.  En Valencia el día tiene un sol de invierno,  templado y agradable, casi cálido. Mañana será San Valentín.        Los jueves quedo con mi amigo para comer o para almorzar, depende, en el lenguaje hablado  si dices que quedas para comer todo el mundo lo entiende,  pero en el escrito no queda tan claro. En fin, los jueves quedo con Alejandro para  comer al mediodía,  a primera hora de la tarde.  Al poco de acomodarnos en la terraza del restaurante LIA, Alejandro me propone este blog que hoy comenzamos. Creo que él lo traía pensado de casa, y yo lo acepto de inmediato, puede ser útil y desarrollar algo de nuestro interés creativo y literario.       Los dos elegimos los mismos platos: alcachofas con jamón y gambas de primero,  y arroz caldoso  con bacalao de

El Gustólogo

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A modo de prefacio para este Blog, cuando é ramos más jóvenes... Algunos sabores, al contacto con la boca, nos devuelven emociones del pasado, quizá comparables a las sensaciones al mirar las llamas de una buena fogata en invierno: la mayoría de personas nos sentimos como en un trance, como en un rito iniciático que nos lleva a lo más hondo de nosotros mismos. Siempre que le ocurría esto al señor Flor, imaginaba lo que sintió el ser humano que descubrió el fuego: esa primera vez, ese descubrimiento infinito, grabado en sus ojos para siempre, en una huella impresa, transmitida de generación en generación, desde el pasado hacia el futuro. Pensaba que eso mismo, dentro de nosotros, ocurría con los sabores. El señor Flor era ya un anciano apacible, que en su juventud, eligió para su vida una profesión inventada por él mismo: Gustólogo. Todo comenzó una noche de julio cerca del mar, en la que la luna parecía una moneda a punto de introducirse en una inmensa hucha negra.