Rivendel Resto-Bar

 

 

                   Al cruzar el puente de San José ,con sus  trece ojos, para dirigirme al centro; miro al cielo y veo nubes que corren a reunirse  con otras más grandes y grises que tapan algunos rayos, pero permiten que otros se escapen y   sigan brillando. El aire de la ciudad resbala en los brazos y en la cara y llega  refrescante a la memoria.  Paso a paso, llenándome de aires  renovados y de  vida,   sigo  hacia la Avenida del Oeste donde he quedado con Alejandro.

          Rivendel  Resto Bar es un establecimiento que se ubica  en la calle Hospital 18, enfrente de la biblioteca Pública del Estado, donde estuvo el primer Hospital General de Valencia, “la casa de los desamparados” del que hoy solo nos queda un pórtico con tejado, y bajo el que se cobija una imagen de fechas posteriores.

-Buenas tardes, Martín. 

-Hola, ¿Cómo están? Les voy a montar esa mesa de ahí.

-Muchas gracias.

          Hace un par de semanas  comimos  en esta misma terraza a la  sombra de los toldos y  las ceibas y es posible que Martín nos recuerde. Martín  es alto, de  tez blanca y negros cabellos. No estará más allá de los treinta, viste pantalón de pitillo color frambuesa y lleva dos aros plateados que le cuelgan uno  de cada oreja. Martín es trabajador: lleva, él solo,  todas las mesas de la terraza , que son más de veinte, y atiende también  algunas en el  interior.

          Martín  es atento, eficiente y no habla mucho. Nos ofrece un menú  que se compone de crema de calabacín, churrasco y postre por 12€, pero elegimos platos de la carta para compartir: tomate valenciano con ventresca de atún, brazos de pulpo a la gallega con patatas y entrañas de ternera a la argentina. Pan, dos cervezas cada uno y café.Todo por 55€. Yo quedé satisfecho; destacaría el pulpo con su  sabor a barbacoa y cambiaría las entrañas de ternera por un buen entrecot como el que comimos aquí el otro día. Los vecinos de las mesas de al lado hablaban en  francés y otros de más allá hablan  en otras lenguas extranjeras,por lo que Alejandro y yo comenzamos un ameno dialogo: blamos  del trabajo, de los amigos mutuos ,  de la familia y  no sé como, poco a poco, derivó  hacia un lejano pasado que nunca existió, como ocurre siempre que se habla del pasado, y terminamos la conversación confundidos entre  lamentos .

          Después de pagar, dar las gracias  y decir adiós a Martín, giré la cabeza hacia el jardín del antiguo hospital por si desde ahí se veía la escultura del guerrero de Moixent  copia del original: una pequeña figura de bronce  que reproduce a un jinete  guerrero de origen ibérico que para mí representa todo la sencillez y  pureza que da la inocencia, y  donde puede verse  que la figura lleva en sí misma grandes emociones y  buenos deseos.

     

                                              Valencia 20 de Mayo de 2021

         Ángel Núñez cámara.






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