RESTAURANTE ESPAI SEDA

    



    La  pandemia del covid -19  parece que amaina. Van sonando rumores de manga ancha sobre la normativa de las distancias a mantener entre los ciudadanos y una tímida  permisividad de las restricciones de sus movimientos, y se respira  cierta  ilusión porque, tal vez, vislumbram para sus vidas  esperanzas y alegrías  nuevas. Así que Alejandro y yo, envueltos en el mismo espíritu de ilusión, decimos retomar  este blog   que paralizamos  desde el principio de la pandemia.

         Voy caminando por el centro histórico de Valencia y noto que el  día  tiene  reminiscencias de aires pasados: tiendas y restaurantes que antes estaban cerrados ahora permanecen   abiertos. Hay  quien pasea, hay quien  con prisa portea   sus compras.  Los bancos y centros oficiales están abiertos, y hay también soles suaves y brisas de primavera.Pero aún se presiente  un no sé qué en el ambiente y luego está  ese vacío en las calles   de los turistas que  no llegan.

          El museo  de la seda es una edificación de base gótica bien restaurada, contiene el archivo gremial más antiguo de Europa y da a conocer la importancia que  el comercio de la seda tuvo para esta ciudad durante más de tres siglos. El restaurante Espai Seda se encuentra en el patio interior de este edificio, entre naranjos, cipreses de jardín  y algunas buganvillas  que ascienden perimetralmente y  regalan naturaleza viva  a los comensales.

          Pudimos acceder mediante reserva previa, quizás por el mantenimiento de las normas de distancia impuestas por el covid . Se sirve únicamente menú degustación por 18€,  con tres paltos para compartir: entrante por gentileza de la casa,  de  ensaladilla de remolacha con textura de los vegetales  y cierta calidad. El primer  plato es una   escalibada; el bacalao y el resto de este plato caen  bien acompañados con la cerveza fresca.  El segudo  es de alcachofas con puré de patata, salsa de romesco  y sardina ahumada, donde la salsa era tan predominante que el resto de sabores se difuminaban .Y  por último el  individual  de arroz con sepia y tinta de calamar; algo apelmazado a pesar de que  el sabor  del caldo de pescado estaba logrado.

           Durante este almuerzo todo se iba agradablemente mezclando : la originalidad de  los platos con forma de teja, los sabores, el jardín , la historia , el ambiente distendido, los comensales de las otras mesas, las oportunas conversaciones con mi amigo y las palomas venidas de la calle que  correteaban   entre las mesas de forma tan natural que hacían el instante único y  extraño.

          De postre Brownie de chocolate y nata. Cafés aparte. La relación calidad precio, valorando el entorno, es aceptable. Caminar de nuevo con gente por las calles, poder elegir lo que se desea, probar  entornos distintos  y ambientes amables da una vitamina que  ayuda y  alimenta   mucho.

           Deseo seguir contando experiencias similares  en este blog y  volver algún día por esta construcción antigua que alberga el museo de la seda y  este restaurante  con sombras de naranjos, cipreses y toldos blancos. 

                                                       Valencia,   2021-05-07

Ángel Núñez Cámara


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