Taperia & Pulpería LIGAZÓN




          Los barrenderos acopiaban las hojas caídas en montones sobre la hierba de los parterres para cargarlas en el camión y transportarlas después al vertedero. Me costaba caminar por las solanas por el calor húmedo  y busqué sombras y brisas bajo  los aleros de las casas o al costado de los árboles. Era una mañana de mediados de Septiembre, se despertaban los comercios y las calles de Valencia se llenaban de vehículos y  transeúntes que van a sus ocios o a sus quehaceres con aparente indiferencia y armonía. Sin embargo dentro de cada cual  hay  un presente de donde  brotan  sus vidas:  la mujer que no puede divorciarse del marido por miedo a la soledad, el joven  que solo  puede tener en su cabeza a su nuevo amor, un abogado que lleva en su carpeta la cartas de despido de una empresa, el marido que acude asiduamente a las salas de masajes con final feliz y cuando mira a su esposa se siente culpable, el niño que ha soñado  que vivía solo y perdido, el que cree tener la vida resulta y va de camino de un largo viaje, los alumnos  temerosos e inseguros que comienzan su primer día de clase, la casada que también le gustan las chicas, el que trabaja  y no le alcanza para vivir, el que está  en un sin vivir por los celos, la soñadora incurable, la optimista… Es por esta ciudad, donde  las calles son ríos de vidas ordinarias,  por la que  después de horas caminando llegué a la cita habitual de los jueves al mediodía  para comer con mis amigos  Miguel y Alejandro.  
         Fuimos, por primera vez, a la Tapería Pulpería Ligazón, situada en  la calle de Arolas 11, en el barrio del Pilar.  Me sorprendió gratamente ver en el lado izquierdo, junto a la  puerta cancela,  la silueta blanca sobre  fondo negro de Ramón María del Valle Inclán  junto al famoso poema “claro de luna”  incluido dentro de su obra de teatro Ligazón de donde ,supongo, toma el nombre  el establecimiento. Hay pinturas de autores noveles expuestas en las paredes con precios de venta marcados  debajo, pero es difícil apreciarlas con nitidez por falta de luz suficiente al fondo del comedor aunque a nosotros no nos afecta apenas ya que nos
colocaron, con buen criterio,  en la primera mesa, junto a la entrada al local porque  que hay  más espacio para acomodar la silla de ruedas de Miguel. Me dio  la impresión que los camareros eran los propietarios. Más tarde, uno de ellos, nos  comentó que son hermanos. Los dos fueron diligentes y atentos en todo momento.
         Todos teníamos muchas ganas de probar el pulpo, especialmente Miguel, por lo que elegimos de la carta los siguientes platos para compartir:  verduras tempura,  dados de bacalao en tempura y salsa soja, oreja de cerdo a la plancha, pulpo con cachelos, calamar con tinta,  pulpo crujiente,  1 ración de pan, 2 cervezas, 2 Coca-Colas, 2 aguas,  tarta de queso, helado gourmet, cortado y café. Todo por un importe total de 94,80€.  Quedé complacido, a medias, en general con la comida, pero es que, como ya he dicho otras veces,  es difícil dar una valoración negativa cuando la mesa se comparte con buenos amigos y en el recuerdo perdura, por encima de todo, el momento compartido. De todas formas puntualizo que  las verduras se frieron en exceso anulando  textura y sabor; sólo se apreciaba claramente el rebozado de harina y huevo. Lo mismo se puede decir de los dados de bacalao donde una salsa soja, insípida, no conseguía realzar el bacalao desaparecido. La oreja a la plancha  se sirvió bien caliente, como debe ser, ya que no vale nada si se come fría o recalentada. El pulpo con cachelos: buen color y apariencia con la piel pegada a la carne. El calamar con tinta: a la plancha en su punto, buen  sabor y textura. El pulpo crujiente tenía la piel dañada por exceso de calor y el interior  duro y deshilachado, sin embargo la salsa de aguacate con toque de crujiente que acompañaba era una delicia.
         Al salir del “Ligazón” giré  la cabeza, unos instantes, hacia la silueta de Valle Inclán y su bello poema. Luego agradecí a mis amigos haber compartido conmigo aquellos momentos, me despedí  de ellos, y regresé a casa caminando por las calles  de mi ciudad con aparente indiferencia y armonía.









Valencia  18 de Septiembre de 2022-09-18


Ángel Núñez Cámara

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